Título original: Hsi-you Chi
Editorial: Siruela
Año de esta edición: Abril, 2016
Traducción: Enrique P. Gatón e Imelda Huang-Wang
Viaje al Oeste recoge los avatares del monje Chen Hsüan-Tsang (Tripitaka) en su largo peregrinaje a la India en busca de escrituras budistas. Poco a poco, el peso de la acción pasa del monje viajero a sus tres discípulos, antiguos inmortales caídos en desgracia, que se verán obligados a sortear peligros y monstruos, cada vez más peligrosos y crueles, que se oponen a su propósito e alcanzar la Montaña del Espíritu, donde en recompensa a su fidelidad serán elevados a la categoría de budas. Su aventura se convierte en un auténtico viaje interior, en el que las visiones budista y taoísta de la realidad juegan un papel esencial.
La presente traducción, directa del chino, es una de las escasísimas de la obra completa en una lengua occidental.
Como dicen los protagonistas del libro "llevaba yo que sé la de tiempo" deseando leer este libro, que continuamente se aproximaba a mí mediante otros libros y artículos. El Rey Mono, el Hermosísimo Rey de los Monos, ¿quién era? ¿Por qué tenía una trascendencia tan importante en la literatura, no sólo oriental, sino universal?
La leyenda del Rey Mono se remonta a siglos atrás en la historia de China. Se han encontrado documentos que atestiguan la difusión que tuvo bajo diferentes expresiones artísticas, tanto teatro como poesía, la ópera y la danza. De hecho, Viaje al Oeste se ha estado escribiendo durante siglos, desde el VII al XVI y aún en nuestros días es posible hallar adaptaciones de la que hoy conocemos como novela, que a su vez ha sido base de inspiración para la creación de otras tantísimas obras antiguas y actuales.
La raíz de la historia se remonta al verdadero Chen Hsüan-Tsang, nacido en Henan en el año 596, aproximadamente, y convertido en monje en una época en la que China estaba sufriendo profundos cambios, pues era la transición de la dinastía Suei a la Tang, lo que llevó a la unificación del país y a la consolidación de su economía, y el resurgimiento de las doctrinas religiosas y filosóficas que imperaban hasta entonces. Chen Hsüan-Tsang sueña con viajar a la India en busca de escrituras sagradas, pero el emperador Tang no se lo permite, por su seguridad. Sin embargo, el monje decide emprender dicho viaje haciéndose pasar por mercader. Su peregrinaje dura unos dieciséis años y cuando finalmente regresa a China lo hace portando 657 rollos de escrituras budistas, a las que dedicaría el resto de su vida para traducir, empleándose además en la narración de sus peripecias.
El viaje del monje inspira muchas obras, pero no es hasta el siglo XVI cuando finalmente aparece publicada esta historia con el formato de novela. Dividida en cien capítulos, un número clave en este caso, pues representa la perfección (los números tienen una gran importancia en la cultura china pues todos simbolizan algo), narra la historia del monje Chen Hsüan-Tsnag, renombrado Tripitaka Tang por el emperador de los Tang, en compañía de tres discípulos inmortales: Sun Wu-Kung, también llamado Peregrino Sun y reconocido como el Rey de los Monos, Gran Sabio, Sosia del Cielo; Chu Wu-Neng, también llamado Chu Ba-Chie, Mariscal de los Juncales Celestes; Sha Wu-Ching, también llamado Bonzo Sha, Encargado-de-levantar-la-cortina. A su vez los acompaña el hijo del Dragón del Océano Occidental, devenido en caballo después de devorar a la montura original del monje.
Estos inmortales, al igual que el monje Tang, emprenden un viaje iniciático, pues todos han tomado la fe budista después de conseguir el perdón de la Bodhisattva Kwang-Ing, una deidad encomendada a encontrar un monje digno de emprender tal hazaña, a condición de convertirse en discípulos del monje y de protegerlo a lo largo del viaje.
Todos ellos han sido sometidos a castigos por parte de los Cielos, por desobedecer sus reglas, y se han convertido en monstruos.
Ba Chie, por ejemplo, era el Mariscal de los Juncales Celestes, y después de emborracharse y hacerle proposiciones indecorosas a una deidad, fue expulsado de los Cielos y su alma reencarnó en el cuerpo de un cerdo que dedicó años a perfeccionar las prácticas taoístas. El Bonzo Sha, por su parte, era el Encargado-de-levantar-la-cortina, un ser humano que estudió y perfeccionó las prácticas hasta que se ganó el favor de los cielos y consiguió dicho título, hasta que cometió el error de romper una copa durante una fiesta. Desterrado de los Cielos, se dedicó a devorar hombres y todo tipo de criatura.
El Rey de los Monos, por su parte, es, para mí, el protagonista absoluto de esta historia. Nacido del corazón de una montaña cuando el Caos devino en Orden, vivió entre los monos comunes durante años, pero evidentemente no era un mono más: sus ojos despedían tal luz dorada que sólo podía evidenciar su origen divino. Espantado ante la idea de la muerte, decide salir al mundo en busca de un maestro que le enseñe cómo alcanzar la inmortalidad. Y lo consigue, después de muchos años y finalmente regresa a la Montaña de Flores y Frutos e instruye a algunos monos de su confianza. Pero, no conforme con eso, decide ascender a los Cielos y reclamar para sí un título. El Emperador de Jade decide nombrarlo Pi-ma (caballerizo de los establos celestes) y Sun Wu-Kung accede al cargo esperando gozar de distinciones y placeres como cualquier otra deidad. Pero al descubrir que su título no acarrea nada de esto, decide revelarse contra el Cielo hasta que es nombrado Gran Sabio, Sosia del Cielo, otro cargo que él ignora que es sólo honorífico y que no le otorga mucha distinción. El Mono se queda en los Cielos y se le encarga cuidar del Jardín de los Melocotones, pero esto no puede terminar bien: el Mono se come los Melocotones que han esperado diez mil años para madurar y arruina la Fiesta del Melocotón. Y además, en su huida después de haber cometido tal crimen, se come las pastillas de la inmortalidad. Tales crímenes le valen soportar una serie de castigos pensados para acabar con su vida. Pero es un inmortal, y al final logra escapar con todos los dioses empeñados en darle caza. Después de múltiples batallas en las que no logran vencerlos, es Buda quien finalmente lo atrapa y lo castiga a pasar la eternidad enterrado bajo una montaña, sin poder consumir alimento ni saciar la sed.
Quinientos años son los que pasa bajo la montaña hasta que la Bodhisattva Kwang-Ing llega con el monje Tripitaka y se le concede el perdón a cambio de emprender el viaje en su compañía y abrazar la fe budista.
Ahí es cuando finalmente comienza el viaje, un viaje plagado de pruebas cada vez mas difíciles, en las que la vida del monje Tang correrá un riesgo continuo y sólo la unidad de sus discípulos, sus poderes mágicos, astucia e inteligencia, y fuerza extraordinaria, podrán librarlo y llevarlo hacia la Montaña del Espíritu, donde se encontrará en presencia de Buda y este le hará entrega de las escrituras capaces de brindar paz a las Tierras del Este.
El viaje al Oeste es una continua lucha contra demonios y espíritus, un enfrentamiento constante entre el bien y el mal, con el único propósito de mantenerse fuertes y alcanzar su fin.
Son más de dos mil páginas, cien capítulos divididos en cinco partes: la primera narra el nacimiento de Sun Wu-Kung, la segunda es cuando Buda decide hacer entrega de las escrituras, la tercera cuenta la historia del monje Tripitaka y habla de su familia y del viaje que el Emperador Tang debe realizar a los infiernos y la consecuente misión de ir en busca de las escrituras, la cuarta parte, la más extensa, narra las viscisitudes del viaje, y la quinta es cuando finalmente alcanzan las tierras del Oeste y regresan a su patria con las escrituras.
Catorce años de viajes, miles de años de historia... ¿y su autor?
Como comenté más arriba, el Viaje al Oeste comenzó a narrarse después de la peregrinación que hizo el verdadero Chen Hsüan-Tsang. Cientos de obras conocidas y de las que no existen pruebas hoy en día, conformaron la leyenda. Pero no fue hasta el siglo XVI que un escritor decidió unificarlas en una novela, otorgándoles una estructura, y conformando el libro que al día de hoy sigue presente en la cultura china. Se desconoce la identidad de dicho autor, pero se especula que pudo tratarse de Wu Cheng-En un experimentado literato nacido en el 1500. Sin embargo, otros documentos difieren y adjudican la autoría a otros, por lo que la obra es conocida hoy por hoy como de autor anónimo.
Viaje al Oeste es un libro comparado con La Iliada por el modo en que fue creado (mediante diferentes poetas y artistas hasta que llegó a adjudicarse a un único autor que la unificó), y con El Quijote de la Mancha, por ser un libro iniciático, con gran relevancia de sus personajes.
Esta edición de Siruela, la más completa que existe no sólo en nuestro idioma, sino en cualquier otro del mundo Occidental, nos permite leerla y disfrutarla con mucha claridad y placer, ayudándonos a comprender muchas de las metáforas, doctrinas y filosofías que figuran en el libro, gracias a las múltiples notas que se le adjuntan.
Viaje al Oeste es, además, una novela en la que figuran gran cantidad de poemas y alusiones a múltiples artistas. Sorprende hallar referencias a autores, pintores, músicos y filósofos de todas las eras, de siglos y siglos de existencia, en una obra que se puede leer cómodamente.
Acción, aventuras, mucho humor y revelaciones sobre el mundo exterior y el interior de una persona, conforman esta increíble historia que vale mucho la pena leer, que se disfruta desde el comienzo y que seguramente se queda en la memoria del lector, como una perlita que brilla de continuo por su magistralidad.
Viaje al Oeste ha sido adaptado al cine y a la pequeña pantalla en muchas oportunidades. En Youtube es posible encontrar algunas películas completas y vídeos en los que se lee cada capítulo.
Viaje al Oeste. Las aventuras del Rey Mono ha sido inspiración para la creación de Gokū no Daibōken, Dragon Ball, el vídeojuego Enslaved: Odyssey to the west, el cómic Monkey King, Adventures from China, escrito por Wei Dong Chen, y en infinidad de obras más donde se hace referencia a la novela o a sus protagonistas.
Fuentes: notas introductorias a la novela, escritas por Jesús Ferrero (prólogo) y los traductores Enrique P. Gatón e Imelda Huang-Wang.
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